La divertida psicología de por qué amamos el sabor del café
Si eres un amante del café, sabes que beber café es una experiencia compleja y llena de matices: está el rico aroma, la calidez reconfortante y la belleza del ritual de sentarse con una taza. Pero si te enfocas en el sabor del café en tu lengua, no hay forma de evitar el hecho de que es bastante amargo.
Según un estudio de la Universidad Northwestern publicado en la revista revista Scientific, los amantes del café no son menos sensibles al sabor amargo, como puedes suponer; en realidad son más sensibles a él, lo que apunta a un interesante fenómeno psicológico detrás de nuestro amor por el café.
Los investigadores querían ver cómo la sensibilidad de las personas a los diferentes sabores amargos se correlacionaba con su nivel de consumo de café. Así que analizaron los datos de más de 400 000 personas del Biobanco del Reino Unido, que contiene información genética sobre sus participantes. El equipo se centró en tres sabores amargos diferentes: cafeína, quinina (que le da al agua tónica su sabor amargo) y propiltiouracilo, un compuesto amargo sintético. Correlacionaron estos datos con información sobre cuánto café bebía la gente.
Las personas con genes que indican una alta sensibilidad a la quinina y al propiltiouracilo tendían a beber menos café en promedio. Pero, inesperadamente, las personas sensibles al amargor de la cafeína tendían a beber más café. No fue una gran diferencia, pero con un tamaño de muestra tan grande, los investigadores dicen que la conexión es legítima.
Pero, ¿por qué sería así, dado, como dicen los investigadores, nuestra “aversión innata hacia la amargura, es un mecanismo defensivo que evita la ingestión de alimentos venenosos”? Sugieren un fenómeno psicológico: "Es posible que los consumidores de café adquieran el gusto por (o la capacidad de detectar) la cafeína dado el refuerzo positivo aprendido (es decir, la estimulación) provocado por la cafeína".
En otras palabras, es un condicionamiento clásico, como con los perros de Pavlov. Aprendemos la asociación entre dos estímulos: el sabor amargo de la cafeína y el impulso de energía que obtenemos de ella. Después de algunas experiencias con la conexión, nos enteramos de que el amargor indica energía, y queremos más de eso, al igual que los perros de Pavlov salivaban al son de una campana, al enterarse de que les seguiría la comida. Después de todo, la cafeína es el psicoestimulante más popular del mundo.
Referencias:
The strange psychology of why we love the taste of coffee
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